Te fui a buscar sabiendo que, ir a la guerra hubiese sido menos peligroso que esto.
Asumí un riesgo que, claramente, no estaba dispuesta a soportar. Pero lo hice igual. No podía desistir. El viaje había empezado.
Y así avancé, primero en la línea de batalla. Y dejé -sin resistencia- que me dispararas a mansalva. Con munición pesada. Sin tapujos ni clemencia. Así como se dispara el amor que duele, que lastima, que hiere.
Y ahora que la guerra terminó -y perdí- vuelvo en carne viva a la calma de una paz que no existe. Y me duele todo. Y estoy sangrando y no sé por dónde, o si es por todos lados. O si lo es una herida profunda.
Y pasa el tiempo, y las heridas sanan, a medias, como pueden. Y dejan cicatrices por todos lados. Y duelen.
Y yo ya no sé qué hacer con tanto dolor. Y empiezo a odiarte, y a odiarme. Y quiere sanar pero no sé cómo.
Y ahora comienza esta nueva batalla, porque ahora es conmigo. Y me sumo a la contienda del olvido. Y tengo que luchar contra mis fantasmas, y los tuyos. Y tengo que decidir si dejo que te quedes o te saco de mi vida. Si te mato en el recuerdo o te destierro para siempre.
Esta guerra no tiene vencedores. Ya ya perdí hace rato.