Me faltaba el aire. Tenia pesadillas. Me sentía morir muchas veces. No encontraba la razón, a mi alrededor parecía no haber grietas que dejaran filtrar tanta opresión y así y todo, no tenia aire. Sobre mis hombros toneladas de hierro me seguían donde quisiera que fuera. No había escapatoria, estaba encerrada en el laberinto de mi mente. Caminos intrincados y sinuosos. Precipicios por doquier. Mi humanidad y yo, solas, ante la inmensidad del dolor que no quería irse nunca, ante los recuerdos de una vida mejor que nunca existió. Una vida que podría haber sido, una vida que por temor y cobardía nunca me anime a vivir. Una vida que hoy vive en la fantasía de una mente lastimada.
Ya se acerca Navidad
El decimosegundo -y último- mes del año trae consigo una sucesión de fechas y celebraciones que lo convierten en el mes preferido por muchos. Y