Yo pienso que el amor es como un paracaídas. Cuando lo tenemos, nos da la seguridad necesaria para arriesgarnos, para lanzarnos desde el precipicio y volar sin miedo hacia lo desconocido.
Nuestro paracaídas está siempre a nuestro lado; nos acompaña y nos cuida.
Y estamos seguros.
Pero resulta que, a veces, de tan acostumbrados que estamos a tenerlo, nos olvidamos de que está. Dejamos de cuidarlo tanto, e inclusive, a veces, nos olvidamos de que está con nosotros, espalda con espalda.
Y en la inercia de la vida, de repente no nos damos cuenta de que estamos cayendo… y que lo necesitamos. Tratamos de pedirle auxilio, de que nos salve. Pero no abre. Y nos estrellamos.
Y entendemos todo.
Caemos en la cuenta de que estábamos tan seguros de que siempre iba a estar, que lo descuidamos. Y terminó por romperse. Ya no abrió más. Porque lo que no se cuida, termina por quebrarse.