Reflejados

Se vieron en el espejo y se amaron. Era simple y sencillo. El silencio siempre fue protagonista de la historia más triste. Eran, eternos e indisolubles, una sola alma, errante y errada. Caminaron por mil veredas rotas. Se mojaron con cientos de charcos. Era inútil tratar de disimularse. Se reflejaban en las vidrieras y sonreían. Podrían haber escrito mil cuentos de hadas. Eran príncipe y princesa en su castillo de cristal.

Un día no hubo más nada. Lo vio en mil rostros lejanos y ajenos. Era él, multiplicado por mil y era ella, divida en dos. Querer y deber, amor y odio. Dicotomías eternas. Era inútil disimular. Lo vio en todas las borras de todos los cafés, en las mil runas y en cien búzios. Los horóscopos le hablaban de él, las estrellas también. El cielo escribió su nombre en la aurora boreal. Cerró los ojos, no quiso verlo más. Se olvidó de abrirlos, no vio más nada.

No vio nada.
No nada.
Nada.

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