En el trabajo con el la vida

A lo largo de los años se ha discutido mucho el concepto de “persona”. Cada área específica, como la sociología, la psicología y el derecho, por ejemplo, lo ha definido de un modo particular para aplicarlo a cada campo concreto. Así y todo hay una definición que encuadra al resto y demarca un límite en cuánto lo que se entiende, en líneas generales como persona a aquel ente racional, consciente de sí mismo, que ostenta una identidad propia y única. Dicho de otro modo, un ser humano con aspectos físicos y psíquicos concretos que le darán su carácter único y singular.

Partiendo de la base de que somos un ente y no dos ni tres, podríamos decir que, salvo enfermedad psíquica específica, somos la misma persona siempre. Un poco más medidos o desmedidos según el contexto, no podemos disociar lo que somos y anular una parte nuestra, dejarla en otro lado y disfrazarnos de otra persona. La batería de valores, preconceptos, la ética y la moral con la que venimos es intrínseca a nosotros y por más intentos de disimular, siempre se dejan ver porque de eso estamos hechos y, sobre todo, son esas características que nos definen.

Muchas veces nos sucede que no comprendemos cómo una persona que se desenvuelve de una manera en particular en su vida cotidiana es de otra, totalmente opuesta, en su trabajo, por citar un caso concreto. Podemos entender que no nos comportemos exactamente igual en el ámbito laboral que en el día a día en casa, es lógico que aggiornemos nuestros comportamientos en función del alrededor que nos circunda para no quedar totalmente desubicados en tiempo y espacio. Pero no es lógico que nos quieran hacer creer que quién sistemáticamente intenta –y muchas veces logra- sacar ventaja a costa de perjudicar al otro, en su vida cotidiana sea un ser leal y desinteresado.

¿Quién no tiene en su círculo laboral un personaje que se la pasa haciendo lobby, o el que lleva y trae chismes, el que manda al frente sin tapujos a un compañero frente a todos o el que hecha culpas propias a ajenos para lavarse las manos al mejor estilo Poncio Pilato?

Toda relación humana en complicada. Algunas nos vienen por herencia, es un legado y no podemos eludir, como se dice “la familia no se elige”. Otras son por elección –y en ellas nosotros optamos por quiénes encajan con nuestros valores e intereses, con los cuales podemos entablar una relación sana y sin contradicciones- y están las que estamos “obligados” a soportar y las cuales pueden o no coincidir con nosotros. Cuando no concuerdan entramos una paradoja y muchas veces decantamos en el enfrentamiento. En conclusión, cuando no depende de nosotros el ambiente que nos rodea, ir con pie de plomo y cierta prevención ante una desilusión. No todo es lo que parece…

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