De la nada misma…

Caminamos por el llano, la pendiente y el precipicio, anárquicamente a través de los años de los días de las horas de nuestras vidas.
Somos aves, reptiles y amebas adaptándonos a un mundo que no nos pertenece y que creemos propio.
Armamos y desarmamos rompecabezas buscando la pieza correcta que encaje justo en el medio del bosque, donde solo hay distintas tonalidades de verde y las diferencias son tan ínfimas que parecen todas las piezas iguales.
Somos esqueletos inertes que descansan en tumbas abandonadas cuando la esperanza se escurre entre las manos de la desdicha.
Clowns pintarrajeados tratando de disimular el dolor y la tristeza de una vida finita, que tiene un final escrito y que más allá de los esfuerzos por torcer el destino, seremos polvo al final del camino, inexorablemente.
Espejos reflejando amores y desamores que atraviesan nuestro destino como la flecha filosa de un Cupido siempre errante, que se equivoca más de lo que acierta y al cual se le rinde culto cual si no fuera un ángel errado. Somos la copia burda de una perfección celestial que nunca alcanzaremos, que conoceremos jamás y que es inimaginable para nuestro entendimiento que solo ve alrededor lo que nos circunda, perdiendo noción de lo minúsculos que nos vemos desde el más allá.
Somos el todo de la nada misma.