A mi hija, con amor

Podría describir tu belleza con un sinfín de palabras hermosas y nada alcanzaría para ser justa con la perfección que es tu carita mirándome. Tenés los ojos más penetrantes que conozco, es un vaivén de tus almendras marrón claro, suficiente muestra de tu amor. Nos miramos y nos adoramos del modo más incondicional que existe, de madre a hija.

Tus manos son el más efectivo de los barbitúricos cuando me duele el alma, calmás con tus palabritas todos los dolores y tus besos, ¡ay tus besos!, me enamoran intensamente. Entiendo tus gestos y sé que vos comprendes los míos. Te llevé conmigo las 36 semanas más magníficas de mi existencia, a pesar de cualquier contratiempo.

Que sos mi vida, mi sol, que llenás mi vida de amor y que no necesito más nada para completarme, me resultan obviedades de solo pensarlas. Deseo para vos, hija mía, todo el amor posible, la felicidad más plena. Que elijas libremente tus sueños y que los sigas hasta el final. En el camino que elijas me tendrás a mí, a tu lado siempre, para cuando necesites que te ayude a seguir.

Quiero que tu imagen de hoy perdure para siempre, que nunca pierdas esa inocencia y tu sonrisa. Que pueda dormir abrazada a vos en mi pecho eternamente, que te duermas siempre en mis brazos acariciándome la cara con tu manito. Quiero que te despiertes siempre con esa sonrisa enorme en tu rostro y nos alegres todas las mañanas de todos los días, de todos los años.

Te amo Morella, hija mía, y jamás me cansaré de repetirlo aun sabiendo que no hay palabra en ningún diccionario de ningún idioma que defina lo que siento por vos. Solo vos y yo sabemos cómo es. Gracias hija por llenar mi vida de luz, sin vos, todo lo demás, es nada.

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